

Durante mucho tiempo he luchado contra mí mismo, tratando de controlar mi vida, rechazando lo que no quiero y aferrándome a mis expectativas. Pero he comprendido que resistirme a las emociones desagradables es resistirme a la vida misma, a la experiencia y a la sabiduría que viene con ella. Al reprimir lo que siento solo aumento mi malestar e impido que mi verdadero ser se exprese libremente.
Esto ocurre porque las emociones son programas de supervivencia diseñados por mi ego para protegerme, provocando reacciones automáticas que buscan evitar el dolor o el peligro. Sin embargo, cuando me dejo llevar por estas reacciones, quedo atrapado en patrones defensivos que bloquean la expresión auténtica de quien realmente soy.
Al aprender a contemplar conscientemente mis emociones en lugar de reaccionar automáticamente, empiezo a trascender estos programas, permitiendo así que mi esencia auténtica comience a expresarse con mayor libertad. En definitiva, resistirme a lo que siento es resistirme a quien realmente soy. ¿Por qué seguir luchando contra la naturaleza de las cosas, contra mis circunstancias familiares o incluso contra las emociones que surgen al convivir con personas que me cuestan trabajo? Esta lucha constante es lo que me genera sufrimiento.
Hoy estoy decidiendo explorar la belleza y la sabiduría escondidas en la rendición total. Me permito aceptar y amar cada experiencia tal como llega, para mi, todo forma parte de un viaje espiritual. Este es el camino que he elegido, acepto plenamente mis imperfecciones, errores y desbordes emocionales con profunda compasión hacia mí mismo.
Aunque a veces logro amar y estar en paz, reconozco que con frecuencia vuelvo a quedar atrapado en la resistencia, en el juicio, culpándome a mi y/o a los demás o cayendo en el papel de víctima.
Cuando tomo conciencia de esto, regreso a contemplar esas sensaciones desagradables desde el observador, reconectando amablemente con mi esencia.


Durante mucho tiempo consideré lo espiritual como algo separado de lo humano, hasta que comprendí que ambas forman parte de una misma realidad. Desde esta comprensión espiritual, puedo observar las circunstancias materiales y emocionales simplemente como experiencias, sin apego ni resistencia, sabiendo que la paz auténtica surge precisamente del desapego consciente y de la contemplación silenciosa de cada experiencia.
Convivir con mis familiares a menudo despierta en mí una ansiedad que he experimentado desde la infancia, una sensación con la que todavía estoy trabajando. En lugar de evitar o reprimir esta sensación, me doy la oportunidad de observarla conscientemente, permitiendo que surja sin resistirme. Al hacerlo, descubro un espacio interno donde esa ansiedad, aceptada plenamente, comienza lentamente a disiparse y se convierte en tranquilidad, perdón y oportunidades valiosas de autodescubrimiento.
Con frecuencia también experimento inseguridad respecto a la economía, aunque cada vez con menor intensidad. Entiendo que esta preocupación no es más que un programa interno de escasez. Hoy comprendo que lo importante no es hacerle caso y buscar como obtener más recursos (porque tengo lo necesario), sino permitirme sentir plenamente esas emociones cada vez que emergen, para que el programa pueda liberarse por completo. ¿Cómo sería mi vida si lo permitiera todo, si realmente me entregara a cada experiencia? ¿Qué pasaría si dejara de aferrarme al control y simplemente contemplara y amara cada instante aunque sea desagradable o incluso doloroso?
Ejercicio Práctico
Mi Contemplación Transformadora:
Estoy realizando este sencillo pero poderoso ejercicio para fortalecer la habilidad de aceptar las situaciones en la vida cotidiana, que en realidad las exprerimento como sensaciones corporales.
1. Encuentro un lugar tranquilo y adopto una postura cómoda.
2. Cierro los ojos y respiro profundamente varias veces, relajando mi cuerpo.
3. Traigo a mi mente una situación o emoción que me genere incomodidad o resistencia.
4. La observo internamente, sin tratar de cambiarla ni rechazarla. Solo contemplo.
5. Me permito sentir todas las sensaciones asociadas a esta experiencia. Respiro lentamente y me digo mentalmente: «Te acepto completamente, te permito ser, te amo tal como eres».
6. Permanezco así durante todo el tiempo que tengo disponible, sosteniendo la aceptación total de lo que siento, recordando que este proceso requiere paciencia, constancia y autocompasión.
Conclusión
Este camino de rendición y contemplación me está mostrando que la verdadera iluminación no requiere esfuerzos extraordinarios, sino una dedicación constante a contemplar, permitir y amar todo lo que surge. Al abandonar la lucha contra mis propias emociones y circunstancias, comienzo a experimentar una profunda paz interior. Hoy reconozco que no necesito aferrarme a nada; mi valor más profundo radica en el amor y en la aceptación absoluta de cada experiencia. Mi camino ahora se está aclarando: vivir en contemplación y compartir con amor lo que voy aprendiendo. Mi propósito no es salvar al mundo, sino amarlo profundamente. Al hacerlo, naturalmente florece la paz en mi interior, irradiando inevitablemente hacia quienes me rodean. Estoy recorriendo este sendero simple y transformador. La rendición es mi puerta, la contemplación, mi camino, y el amor, mi destino.
Sobre el autor:
28 febrero, 2025

Programa: Más Allá de la Mente: Conciencia y Espiritualidad
4 diciembre, 2024

Programa personalizado para manejo de ansiedad y pánico
5 marzo, 2024
